lunes, 10 de diciembre de 2012

a-veces

La aburrida Isabel era muy aburrida.
No caminaba, no bailaba, no se sonrojaba y casi ni respiraba. Aún así vivía sin saber cómo, en realidad nadie sabía cómo. Algunos decían que estaba loca, otros que simplemente vivía en otro mundo, pero todos coincidan en algo: era muy aburrida.
Se le veía asomada por su ventana mirando la gota de agua dura que ésta tenía, a veces bostezaba, y seguía contemplando a través del vidrio, incapaz de abrir la ventana cada mañana. Después de almuerzo repetía la escena en la ventana trasera, sin embargo, a ésta si la abría y ocurría algo muy curioso: cuando el viento rozaba su cara, una lágrima se le asomaba en las pálidas mejillas.
Pero seguía siendo muy aburrida.


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