martes, 30 de octubre de 2012

me dividí en tres

en dos, en tres, en un millón, en infinitos números.

El momento cayó, y también calló.
Me dividí en tres y seguía siendo yo.
Por ahí volaba el sueño,
cantando la energía.

Pasó el samaritano -un poco angustiado-
pasó y saludó, pasó y sonrió.
Sus miedos iban y venían.
Sus ganas también.

Junto a la huella viajaba la arena,
y el mar atrás le recordaba la velocidad
de aquél reloj insaciable, del espejismo descifrable.

Todo fluía, todo se precipitaba.
Todo se desequilibraba, para amanecer equilibrada.
Tal vez la preguntas no hacen falta de madrugada,
pero las acciones sí para -la- mañana.

¿Accionar? Desde.
Las estrellas se sienten.
Quieren reír, quieren gritar, llorar.
Hay algo que no está funcionando.

Dime, ¿qué harás para cambiarlo?
Respiro, siento, pienso (no por favor), existo, sueño.
Otra vez, me dividí en tres.



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