Me cuesta no recordar y no soñar a estos niños tan valiosos, niños que compartieron su energía y su cariño a unos jóvenes "tíos" que venían a jugar y aprender con ellos. Jamás olvidaré esos intensos días, en donde las emociones se hicieron más latentes olvidándonos así de las comodidades que, ¡vaya que no hacen falta! Como me gustaría cerrar los ojos y volver a respirar la brisa de aquél lugar, escuchar un revoloteo de juegos y despertar cada mañana con un nuevo desafío en el cual trabajar.
Sólo me queda dar gracias (y vaya que estas letras virtuales demuestran poco el sentimiento), gracias por poder vivir y compartir estos momentos, por cada lágrima y cada bostezo que nos impulsaban a seguir, por cada broma, inocencia, durazno, regalo, baile, en fin! Gracias a las increíbles personas, que sin temor llamo AMIGOS, que sin querer llegaron al igual que yo a un rinconcito de nuestro planeta, un rinconcito vivo y hermoso. Gracias porque verlos cada día y compartir con ellos me sacó millones de sonrisas, me llenó de esperanza y fe para seguir creyendo que el mundo lo podemos hacer mejor con amor y optimismo, gracias por haber estado allí y seguir aquí. Gracias a los niños, a sus familias, a sus sueños y temores; gracias por dejarnos entrar en su inocencia, por recordarnos que todos llevamos un poco de ella en nuestro interior, y gracias por hacernos sonreír con un abrazo después de un reto.
