Somos soñadores por naturaleza, anhelamos momentos e imaginamos procesos.
Pero siempre llega el momento de elegir (quizá apresuradamente, y quizá sin siquiera tener tiempo) cual de todos los caminos a seguir, emprenderemos. Qué tipo de combinaciones haremos, cómo lo haremos, cuándo, con quienes, etc. Realizar cambios radicales se convierte en algo de valientes, pues hay muchos que ya han avanzado, mientras sigues parado pensando, con la imagen castigadora de tu alrededor, con el reloj sonando tic-tac y cada vez de forma más potente.
Somos un devenir constante, aprendemos cada segundo. Es imposible pensar en un sólo camino, pero aún así, tendemos a ello. De todos los caminos que te harán feliz, que llenaran un rinconcito de tu ser, tendemos a escoger uno (aunque hay quienes no lo hacen), pero no puedo dejar de añorar los otros caminos. Sigo siendo un ser soñador, y sigo soñando con ellos aún disfrutando de otro. Anhelamos, siempre.
Parece ser que la tarea -y lo más sano- está en mezclar, variar, y equilibrar estos deseos junto con sus caminos. Parece ser que no es fácil, que requiere aprovechar todo al máximo pero sin fatigarse. Al parecer por ahí voy, espero.
Supongo que a todos les pasa.
O sólo me pasa a mi.