sábado, 29 de junio de 2013

Hijos de los caminos

Esto que publicaré, lo escribí para un trabajo del colegio a mediados del 2012. Lo encontré hoy, y no quiero que se pierda. Algún día lo leeré otra vez, y será interesante:


Hijos de los caminos 
por Oriana García R.

“Yo no sé de donde soy, mi casa está en la frontera”,  se escucha en la melodía del cantautor uruguayo Jorge Drexler mientras se plasma la tinta en este papel. Saber quien somos y de donde provenimos es un misterio que desde la existencia del mito da vueltas en la conciencia humana, y la búsqueda constante de una respuesta sigue merodeando por nuestras calles hasta el día de hoy. Incluso cuando nos mirarnos al espejo y observamos cada detalle de nuestro cuerpo, cómo buscando explicación alguna de nuestra existencia, cómo intentando reconocernos en el universo. Y es aquí donde me detengo, pues nuestra naturaleza nos pide que nos desenvolvamos en un determinado lugar, y se ha observado a lo largo de la historia como adquirimos características del espacio en el cuál nos criamos y movemos. A su vez, esa idiosincrasia pareciera ser compartida con nuestro par, que también se encuentra en el mismo lugar. Esto nos permite identificarnos con mayor facilidad, comprendiendo que muchas veces (por no decir en su mayoría) quienes determinan nuestro accionar son los que nos rodean y viceversa. ¿Pero qué sucede con aquellos que ya formados en una identidad deben partir? ¿Qué sucede con quienes reciben a aquellos que vienen llegando? Ahora se ven dos sujetos diferentes compartiendo un mismo espacio, y uno de ellos, con las definiciones latentes de su antiguo lugar. Tal vez, el viajero se adapte a las nuevas exigencias de su medio, o quizás determine una nueva conducta para los que ya se encontraban en el lugar pero, en realidad pienso que es un poco de ambas y a la vez nada, porque al existir tal encuentro nace una nueva identidad para ambos, que de ahí en adelante los conectará y hasta podrá seguir variando.  

Lo que busco explicar con todo esto es nuestra existencia cambiante de seres humanos. Un gran ejemplo de este suceso es Latinoamérica antes y después de su "descubrimiento" por parte de los Europeos. Antes de la llegada a las islas del Caribe por parte de Cristóbal Colón, en nuestra región existía un orden muy diferente al que tenemos ahora: tanto las culturas predominantes. como las tribus y pueblos más pequeños tenían como gran característica en común su disposición total a la vida basada en la naturaleza. Desde los Olmecas en Mesoamérica hasta los Onas en la Tierra del Fuego compartían esta característica que ni las grandes civilizaciones del mundo occidental como Grecia y Roma lograron cultivar. Allí vemos un destello enorme de nuestros primeros trazos de identidad, no obstante, nos encontraríamos de igual forma con diversas diferencias dentro del continente que también influyeron en la identidad actual de los países (pero de eso haré referencia más adelante). 

Tras la llegada de los españoles y portugueses a nuestras tierras hubo un vuelco total de la historia que cambiaría la visión de mundo que se tenía hasta entonces, muchos postulan que lo sucedido en aquellos siglos fue una imposición y dominación total de una visión occidental empapada por el afán de riquezas y aventuras que arrasó con el bosque frondoso  de colores que crecía en el continente, también algunos más positivos afirman que lo que sucedió fue un gran intercambio cultural pero, yo insisto en que ocurrieron ambos postulados, y a la vez ninguno; porque estaríamos frente a algo que no se podría encasillar completamente en alguna de las posturas y además, al igual que muchos, debo admitir que mis rasgos físicos por más que quisiera no tienen ni una pincelada de la cultura Inca o Charrúa y por el contrario, se puede encajar perfectamente en algún prototipo español, pero a pesar de ello, mi corazón está totalmente conectado a éstas tierras y me sería muy difícil cambiarla de un día para otro. Volviendo a la historia, es una triste verdad los horrores y errores cometidos tras catalogar a América como el nuevo mundo, pues la ignorancia y el deseo ambicioso del humano por poseer la única verdad cegaron los ojos de quienes desembarcaban en nuestras aguas y acabaron poco a poco con la energía que disipaba América. Pero, ¿por qué seguimos siendo tan especiales y únicos?, tal vez la energía de nuestro continente no se acabó por completo; incluso ya hacía el siglo XIX existían un grupo de españoles y criollos que querían desvincularse totalmente del reino español y sentían dentro de sí una corriente única y diferente, incluso los africanos que muy poco entendían también se sintieron participe del sentimiento especial en el cual tuvieron gran influencia hasta el día de hoy. Ya habían cambiado y realmente empezaría a existir un “nuevo mundo” que se armaba paralelamente a la historia como un rompecabezas con piezas de distintos colores y formas, que crean una sola gran imagen diferente a otras y que paulatinamente dejaría de distinguir a pueblos originarios, españoles, portugueses y africanos que viven en un mismo territorio y empezaría a agruparlos a todos como americanos y posteriormente como latinoamericanos.  

“Y las fronteras se mueven, como las banderas”, siguen sonando los acordes, y es que cuando hablamos de identidad para quienes han experimentado viajes en su vida es un poco más complejo. Las personas conocemos a lo menos alguien que ha tenido que emigrar, y en mi particularidad incluso puedo hacer mención de generaciones en mi familia. Quienes crecen en una determinada región, como dijimos antes, adquieren características propias del lugar y por ello que muchas veces se nos hace fácil distinguir a un francés de un italiano o de un caribeño, pero al momento de partir a vivir a otro lugar, la persona tímidamente se aferra a sus raíces o “identidad” y promete no soltarlas pase lo que pase, pues es lo único que le estaría quedando a la lejanía, aunque viaje a un país vecino con aspectos similares. 

En esta situación mi tesis se aplica concretamente, pues la persona que llega a un nuevo lugar, por más que se resista terminará adquiriendo alguna variable de la identidad propia del nuevo lugar; es como el gringo que vivió unos años en Venezuela y después de una visita a su país de origen afirma que sus propias raíces son “aburridas” porque lo que antes le parecía divertido y normal ha cambiado por sonidos latinos y expresiones carnavalescas. También le pasó a una gran amiga que lleva viviendo varios años en España, y tras visitar Chile el invierno pasado, no se acostumbraba a la idea de que no existieran puntos de reciclajes en todas partes y, hasta le molestaba. Pero no significa que se hayan desprendido de su identidad de origen (aplicaremos este término), todo lo contrario, buscan resaltarla en cada ocasión y es por esto que se hace difícil explicar y definir una identidad. Si nos vamos al otro lado, y a nuestro alrededor llega alguien de alguna cultura diferente, lo más seguro es que en primera instancia no comprenderemos la personalidad de la persona, sus comidas, su humor, gustos, etc. Incluso algunos llegan a caer en discriminaciones, por el simple hecho de no comprender que en todo el mundo existen diversas características que conforman una identidad. Pero pasará el tiempo y la persona se familiarizará con los rasgos de aquél que llama extranjero y desde ese diminuto momento ya se estará creando una nueva identidad para ambos. Hubo un punto en que ambas identidades o culturas se encontraron y el sólo saber que existe un otro les determina un nuevo pensamiento, incluso aunque sea un pensamiento negativo, acaban de crear una nueva visión que se adhiere a su ser y por lo tanto a su identidad. Estas experiencias crean una nueva identidad por el simple hecho de que en la anterior no se da la situación de la misma manera, ya que si lo vives dentro de tu región y conoces a alguien de otra, tendrás una percepción diferente a la que se podría crear siendo tú el que llegue a algún lugar, además, siempre variará la identidad con cada experiencia, ya que es muy difícil que todas sean iguales. Y por último, porque no se está renunciando a los rasgos de origen, ni tampoco se está adhiriendo en completamente la idiosincrasia de donde se establece el nuevo hogar. 

Aquí se produce otro conflicto, ¿entonces, qué entendemos por identidad? Quizás ni tenemos identidad, porque si en cada encuentro nos estaremos formando, ésta siempre cambiará y nunca llegará a algún consenso. Pero esa es la gracia, y es por ello que la definición de este concepto no ha logrado ser una que satisfaga a todos en el mundo, y es por ello que cada día alguien mientras escucha una canción se lo pregunta. “Mi patria es un rinconcito, el canto de una cigarra” terminó por convencerse Drexler, nacido en Uruguay, hijo de exiliado alemán y actualmente residente en Madrid junto a su esposa de origen holandés. Nuestra identidad siempre estará cambiando, en cada experiencia y nunca sabremos con certeza cuál será el siguiente paso que nos llevará a algún nuevo camino de misterios y aprendizaje. Recuerdo uno que di y que seguramente de algún modo me llevó a escribir estas letras hoy, por eso finalizaré con aquellas palabras de Felipe Cabalúz, quien alguna vez me hizo clases de historia: Pienso en mi patria no como un territorio, y menos una bandera, sino que la pienso como todas aquellas personas que he tenido la suerte de tomar de sus manos para caminar y aprender juntos. Es ahí donde reside mi verdadero hogar".


martes, 4 de junio de 2013

tristes miradas

Las miradas tristes se notan a kilómetros. Pertenecerán a las mejores sonrisas, pero tristes siempre estarán.
Quizás sin darse cuenta, quizás sin quererlo expresar, pero tristes están. Algo adentro, en lo más profundo del ser está triste, algo hace que arrastren su melancolía por el resto de sus vidas. Se les reconocen a kilómetros: soñadores, depresivos, gritones, sabios, intensos, apasionados, creadores, curiosos, viajeros, nostálgicos; cualquiera puede llevar una mirada triste. Basta con tomarlos de sorpresa y observarlos un par de segundos, perdidos... perdidos en una tristeza infinita, profunda, inexplicable. Y sin embargo, allá van, como si nada; los vemos en todas las fiestas, se cruzan a diario  con nosotros, nos enamoramos de ellos, nos hacen reír, los odiamos, los idolatramos, lideran espacios,  bailan toda la noche, no comen cebolla, y se pierden en los más mínimos detalles.

domingo, 2 de junio de 2013

A los que le abrí mi corazón, a los que se lo abriré:

No sé cuándo ni cómo, sólo sé que cuesta y mucho. Cuesta tomar las riendas y despojarse. Cuesta confiar y comprometerse pensando en el temor a, no sé realmente, quizás a dejar la soledad, o tal vez a adquirir una responsabilidad de amistad. 
No sé cuando me introvertí así, o quizás siempre fui así y recién le estoy tomando el peso. Me cuesta tirar lazos, y cuando lo hago, lo hago con tanto amor que pensar en cortarlos me parece espeluznante, pero sin duda lo que más me ha costado, es darme cuenta y aceptar esto. Hoy estoy en el punto de no sé si "cambiarlo" o seguir como si nada, aunque parece que la mejor solución está en la mezcla de las dos: relajarme, y no tener miedo. 
 Pero mientras me aventuro en eso, creo que no está de más agradecer, y otorgarle un gran valor al amigo que lee esto. No sé quien específicamente eres, tampoco que piensas en este momento, sólo sé que algo me has entregado, y vaya que lo valoro! Sabes que soy muy sentimental, y que aunque no siempre lo demuestre, no me ha sido fácil lidiar con tantos cambios y tantas raíces dispersas por el continente, disculpa también si a veces he sido muy hincha pelotas o extraña pa' mis cosas, pero jajajaj, daaaah eso es lo entretenido, tampoco sientas que mi frialdad pasajera te aleja, siempre estaré de alguna u otra forma, en algún u otro tiempo y momento. Y bueno, gracias por también abrirme un espacio en tu corazoncillo y camino, y espero que aunque éste último cambie, nos conectemos en otros.